Pablo Iglesias no es un burócrata de la política, ni nadie que necesite del hemiciclo de Las Cortes como medio de vida, porque su formación profesional y cultural pueden permitirle vivir mejor fuera de los partidos, sino que es un activista, alguien que ha luchado siempre en la calle por el ideal al que se refirió Rainer Maria Rilke en un poema: “Hay que cambiar la vida”. Iglesias surgió de una colchoneta en la Puerta del Sol durante la utopía del 15-M, que equivale en España al Mayo del 68 francés, sólo que con muchos años de retraso, como siempre. A Iglesias lo ha demonizado la derechona, porque ha sido un vicepresidente comunista, y lo que resulta peor para ellos, ubicados siempre en la estética de la ‘milla de oro’ de la madrileña calle Serrano, porque Iglesias lucía coleta en el Consejo de Ministros. Incluso desde la izquierda, Mónica García, candidata de Mas Madrid, ha arremetido contra Iglesias haciendo referencia a “la testosterona”, en frase curiosa, porque de lo que históricamente se ha tenido que defender aquí la izquierda es de los atributos del caballo de Espartero y de los cojonazos de los generales que montaban a aquellos equinos: el “sesientencoño” un suponer. Lo ha dicho Yolanda Díaz, futura vicepresidenta tercera del Gobierno: “¿Hay testosterona en la política? Sí. Pero hacer lecturas políticas con la testosterona es un planteamiento inadecuado y poco feminista”.
Pablo Iglesias emergió de la Puerta del Sol y ahora luchará por volver a la Puerta del Sol tras las elecciones madrileñas como principal baluarte de la izquierda, porque se ha percatado de que el PSOE quiere hacer de Ángel Gabilondo un fórmula uno, pero es un camión. O, siguiendo con el símil del caballo de Espartero, y en término muy utilizado en Andalucía con vocación descriptiva y nunca de insulto: Gabilondo es políticamente un huevón. Así lo refleja la oposición que ha realizado al PP durante esta pandemia. Las únicas voces progresistas que se han escuchado en la recién finiquitada legislatura madriles han sido las de Mónica García e Isa Serra, ésta última una mujer del núcleo cercano a Iglesias, que puede ser inhabilitada por el juez estos días debido a una sentencia condenatoria por intentar hace años evitar un desahucio. Pablo Iglesias será candidato en Madrid en una de las elecciones más trascendentes desde la llegada de la democracia. Porque lo que está en juego el 4 de mayo es algo vital: evitar que, a través de Isabel Díaz Ayuso, Madrid sea la puerta de entrada del trumpismo en España.