Con apenas quince días de diferencia, el pasado mes de marzo fallecían el director de cine Jules Dassin y el actor Richard Widmark, en ambos casos cercanos a la centena de edad (97 años el primero y 94 el segundo). Por circunstancias, sobre todo de índole político, sólo pudieron trabajar juntos en una ocasión, aunque con resultados memorables. Fue en la película
Noche en la ciudad (
Night and the city,1950), última producción norteamericana de Dassin, aunque rodada en Londres, y uno de los primeros papeles protagonistas del excelente actor, quien había debutado en 1947 en
El beso de la muerte (de Henry Hathaway) encarnando a uno de los más viles y célebres asesinos de la historia del cine negro,Tommy Udo, papel por el que obtuvo el Oscar al mejor actor secundario.
Noche en la ciudad forma parte de la larga lista de títulos rescatados con el paso del tiempo gracias al empeño e interés de muchos cinéfilos, no sólo en reconocimiento a la que es, sin duda, una de las grandes obras maestras del género, sino de cara a recuperar el metraje en su integridad, a causa de las manipulaciones y censuras que padeció durante su primer periodo de exhibición. De hecho, la versión estrenada en Gran Bretaña y la distribuida en Estados Unidos tenían un montaje y bandas sonoras diferentes (en la versión inglesa con partitura de Benjamin Frankel y en la americana de Franz Waxman). El dvd nos ha permitido, recientemente, poder disfrutar del filme en toda su integridad, incorporando incluso escenas que fueron suprimidas durante su proyección en España, lo que ha obligado a la editora de la cinta a incluir fragmentos con subtítulos en castellano para aquellas secuencias nunca vistas en nuestro país (lo que hace recomendable disfrutar de todo el visionado en versión original con los subtítulos correspondientes).
Jules Dassin, al que por deformación profesional (leáse
ignorancia) tenía incluido entre el grupo de directores europeos que, por cuestiones artísticas o personales, emigraron a Hollywood para desarrollar su profesión de realizadores (caso de Robert Siodmack, Jacques Tourneur, Billy Wilder…), es, en realidad, de nacionalidad norteamericana. Perteneciente a una familia de origen ruso -su padre era barbero-, judíos ortodoxos, nació en Connecticut, aunque su formación artística la llevó a cabo en Europa. A su regreso, al comienzo de los años cuarenta, fue cuando comenzó a trabajar en Hollywood, primero como ayudante de dirección y después como responsable de tres títulos:
Fuerza bruta, La ciudad desnuda y
Mercado de ladrones, tras la cual, y al igual como ocurriera con otros directores y guionistas del momento, caso de Joseph Losey, tuvo que abandonar el país acusado de colaborador y simpatizante del Partido Comunista. Sin embargo, la 20th Century Fox no quiso dejar escapar de forma tan gratuita al joven director y Darryl F. Zanuck decidió enviarlo a Londres para que, lejos de la polémica suscitada, comenzara a trabajar en
Noche en la ciudad. Basada en una novela de Gerald Kersh, la película está ambientada en los bajos fondos del Londres de los primeros años treinta y la historia gira alrededor de Harry Fabian (Widmark), un sinvergüenza que, prácticamente, vive de la caridad y aprecio de su amante (Gene Tierney), pese a los aires que se otorga en los ambientes y su empecinada obsesión por dar con el negocio del siglo y amasar grandes cantidades de dinero de forma inmediata. La oportunidad puede llegarle de la mano de un veterano luchador que ha roto con su promotor, Kristo, que, en realidad, es su propio hijo. Fabian le convence para organizar combates clásicos de lucha greco romana, pero la trama sobre la que ha ido construyendo su proyecto empieza a desmoronarse a partir de las traiciones y ambiciones de cuantos se encuentran vinculados o perjudicados con su prometedora empresa.
De
Noche en la ciudad sobresalen numerosas cualidades; en primer lugar, las interpretativas: Richard Widmark construye con una credibilidad y entusiasmo sin iguales la falta de escrúpulos y la casi indolente voluntad de un personaje que no se da por rendido y que utiliza todas las artimañas a su alcance para intentar salir adelante y escapar de un submundo de clubes de alterne, contrabandistas, cabarets, gimnasios, trileros y calles precarias en que se ha convertido su ecosistema vital. Le acompañan Gene Tierney (la inolvidable
Laura de Premminger, aquí en uno de los papeles menos definidos del conjunto); un sensacional Francis L. Sullivan (dueño del local
El zorro plateado, al que acude Fabian para pedir su ayuda en calidad de prestamista), la excelente Googie Withers (eterna secundaria de Hollywood que aquí da vida a la idolatrada esposa de Sullivan, al que pretende engañar y abandonar de la mano de Fabian) y Herbert Lom (el mafioso programador de combates al que en el futuro recordaremos como el superintendente de Peter Sellers en la serie de películas de
La pantera rosa). En segundo lugar, un brillante guión, firmado por Jo Eisinger; y, por supuesto, la firme mano maestra de Dassin, cuyo pulso narrativo se adelantó a su tiempo al incorporar a las reglas básicas del cine negro nuevos conceptos de marcado carácter realista: por un lado, trasladando la acción a escenarios naturales -magistral el plano secuencia en el que un coche va recorriendo las calles del centro de Londres para expandir a la red de colaboradores de Kristo que hay recompensa para quien encuentre a Fabian-, y, por el otro, con la incorporación de una violencia casi extrema que alcanza unas cotas de intensidad impropias para un filme de la época en el combate cuerpo a cuerpo de los dos luchadores forzudos sobre el ring -una secuencia que nos remite directamente a la pelea final de la reciente
Promesas del estede David Cronnenberg-.
Sería la última película americana de Dassin, que, definitivamente, se vio obligado a recluirse en Europa; primero en Francia, donde rodó otra obra maestra del cine negro,
Rififí, y, años más tarde, en Grecia, donde se afincó tras su matrimonio con Melina Mercouri y desde donde siguió trabajando como director, alcanzando grandes éxitos como
Nunca en domingo y, en especial,
Topkapi, por la que Peter Ustinov logró el Oscar al mejor actor secundario. De nuevo la política -la dictadura griega- le obligó a abandonar el país a finales de los sesenta, pero con el regreso de la democracia, a mediados de los setenta, no sólo volvieron a establecerse en Grecia, sino que Mercouri llegó a ostentar el ministerio de Cultura.
Si en los sesenta fue la
Nouvelle Vague la que reivindicó la maestría de títulos como
Noche en la ciudad o
Rififí, en la actualidad, los nuevos creadores, también han puesto su mirada en la obra de Dassin, como queda de manifiesto en la reciente
La familia Savagges, que incluye la secuencia final de
Noche en la ciudad en uno de los momentos del filme. No obstante, no se puede decir lo mismo de Irwin Winkler, quien en 1992 realizó un fallido
remake del clásico interpretado por Robert de Niro y Jessica Lange y distribuido en nuestro país como
La noche y la ciudad (al menos, un año más tarde, resolvería el entuerto homenajeando con la película
Caza de brujas, a los directores que, como Dassin, tuvieron que huir de Estados Unidos en los cincuenta).