Santaolalla ha necesitado dos años para materializar el proyecto y buena parte del mismo lo ha empleado en localizar a los grandes artistas del tango aún con vida (algunos de ellos con más de ochenta años de experiencia sobre el escenario). Como él mismo ha explicado, “unos estaban en diferentes lugares del mundo, otros escondidos en barcitos, otros retirados… y hubo que convencerles de la importancia del proyecto”, que no es otra que la de realizar “un acto de justicia con las viejas glorias del tango que mantienen su vigencia artística a pesar de la edad, sin tener en cuenta sus raigambres, fama y prestigio”, sólo el hecho de saber transmitir por medio de la música pasiones, emociones y la señal indispensable de una identidad propia.
Aquel que quiera entender la extraordinaria dimensión del sentido y oportunidad de esta obra no tiene más que atender al primero de los cortes del disco, Al maestro con nostalgia, una pieza compuesta por Carlos García en homejane a Di Sarli, referente de una de las orquestas tangueras más prestigiosas de la Argentina, y que es todo un prodigio sonoro, una clase magistral de emociones a través de una partitura capaz de jugar con nuestros sentidos sin desgastar su capacidad de sorpresa de una audición a otra. Gustavo Santaolalla, por cierto, sólo participa en uno de los temas del doble recopilatorio, como la segunda voz en el tema Un cielo para los dos, un hermoso valsecito con guitarras criollas interpretado por Lágrima Ríos, una de las voces femeninas reivindicadas en esta obra pese a su origen uruguayo (”la negra candombera del Barrio Sur de Montevideo”).
Como alguien ha dicho, algunos de los tangos que aparecen en esta obra son bailables, otros no (la mayoría pueden resultar hasta desconocidos), pero de lo que no cabe duda es de que todos “son para gozarlos”.