El compositor argentino Gustavo Santaolalla ha alcanzado un notable reconocimiento público en el transcurso de los últimos años gracias a su vinculación con el mundo del cine. De hecho, en las estanterías de su casa ya reposan dos Oscar de Hollywood, por las bandas sonoras de
Brokeback mountain y
Babel, sin olvidar su trabajo para
Diarios de motocicleta, de la que resultó premiada la canción compuesta por Jorge Drexler,
Al otro lado del río. En esta última trabajó junto al director brasileño Walter Salles; ambos han vuelto a coincidir en este 2008, aunque como productores de un documental argentino que acaba de estrenarse hace un par de semanas en Buenos Aires:
Café de los Maestros. En realidad, el proyecto abarca mucho más allá de la propia película, ya que llega precedido por la publicación de un doble cd con el mismo título al que seguirán, a partir de ahora, una serie de cd´s individuales dedicados a algunos de los artistas que participan en la recopilación inicial y en la película. El planteamiento cuenta con una preclara fuente de inspiración: el
Buena Vista Social Club promovido desde Cuba por el compositor Ry Cooder y el director de cine Win Wenders, salvo que dedicado en este caso al mundo del tango y a los grandes autores e intérpretes, en su mayoría, porteños. No es, en cualquier caso, un disco de tangos al uso, pero sí definitivamente maravilloso, imprescindible e impagable, por el talento congregado, por la reivindicación de los estilos (”una obra fiel al género que es la contracara del fraude turístico”, como la han definido en Argentina) y por su capacidad para explotar y manejar las sensibilidades de cualquier oyente, sea ésta o no la primera vez que se acerca al tango como fenómeno de una expresión cultural y popular con la que se identifica a todo un país.
Santaolalla ha necesitado dos años para materializar el proyecto y buena parte del mismo lo ha empleado en localizar a los grandes artistas del tango aún con vida (algunos de ellos con más de ochenta años de experiencia sobre el escenario). Como él mismo ha explicado, “unos estaban en diferentes lugares del mundo, otros escondidos en barcitos, otros retirados… y hubo que convencerles de la importancia del proyecto”, que no es otra que la de realizar “un acto de justicia con las viejas glorias del tango que mantienen su vigencia artística a pesar de la edad, sin tener en cuenta sus raigambres, fama y prestigio”, sólo el hecho de saber transmitir por medio de la música pasiones, emociones y la señal indispensable de una identidad propia.
Aquel que quiera entender la extraordinaria dimensión del sentido y oportunidad de esta obra no tiene más que atender al primero de los cortes del disco,
Al maestro con nostalgia, una pieza compuesta por Carlos García en homejane a Di Sarli, referente de una de las orquestas tangueras más prestigiosas de la Argentina, y que es todo un prodigio sonoro, una clase magistral de emociones a través de una partitura capaz de jugar con nuestros sentidos sin desgastar su capacidad de sorpresa de una audición a otra. Gustavo Santaolalla, por cierto, sólo participa en uno de los temas del doble recopilatorio, como la segunda voz en el tema
Un cielo para los dos, un hermoso valsecito con guitarras criollas interpretado por Lágrima Ríos, una de las voces femeninas reivindicadas en esta obra pese a su origen uruguayo (”la negra candombera del Barrio Sur de Montevideo”).
Como alguien ha dicho, algunos de los tangos que aparecen en esta obra son bailables, otros no (la mayoría pueden resultar hasta desconocidos), pero de lo que no cabe duda es de que todos “son para gozarlos”.