Funny games
El primer filme americano del austriaco Michael Haneke ha sido una nueva versión de una de sus más conocidas y estremedoras películas, Funny games (1997). Distribuida por la Warner y bajo la producción de Noemi Watts, protagonista a su vez del remake, la nueva versión es un calco casi milimétrico de la original, salvo por la elección de un nuevo reparto y unos decorados adaptados al momento actual. Todo lo demás: encuadres, diálogos, secuencias, títulos de crédito, banda sonora… son de una precisión y exactitud casi enfermiza -tras ver Funny games USA. he recuperado en casa el dvd de la primera versión para constatarlo-: el trozo de carne descongelado que saca la mujer de la nevera, el jersey sin mangas que se pone cuando huye de la casa, el tipo de programas que se emiten en tv cuando la familia está encerrada en el salón… Visto así, la pregunta siguiente es más que evidente: ¿Para qué hacer la nueva versión de una película que es calcada a la que se versiona? Posiblemente, Haneke tenía en mente el recuerdo de edulcoradas versiones americanas de prestigiosas obras europeas, como la City of Angels basada en El cielo sobre Berlín de Win Wenders, o el experimento realizado por Gus Van Sant con el Psicosis de Hitchcock y ha preferido volver a dirigir su propio proyecto antes de que los estudios encargaran la dirección a un realizador en nómina y aportara su propia visión de los hechos o, lo que es peor, su propio sentido de la narración, que, a fin de cuentas, es lo que define la entidad cinematográfica de Funny games, una opresión psicológica sin concesión alguna al espectador, ni para asustarlo ni para aliviarlo -ni el asesino aparece nunca detrás de una puerta, ni las opciones de escapatoria de la familia amenazada se concretan al uso del thriller contemporáneo norteamericano, todo lo contrario-. Las diferentes lecturas e interpretaciones que suscitan tanto la historia como la forma en que está desarrollada -la banalización de la violencia en la sociedad contemporánea, por ejemplo-, denotan la brillante calidad de la obra, aunque uno no sabe si termina abrumado por el talento de su director o por la insufrible experiencia que nos relata. En este último caso no estamos sino ante la puerta que abre otro debate diferente, relacionado con las posibilidades del cine como medio de evasión y entretenimiento, porque este filme no permite al espectador ni una cosa ni la otra.
Hillary Swank
¿Por qué una actriz de la categoría y belleza de Hillary Swank está metida en películas tan malas? Ya le ocurrió después de su primer Oscar por Boys don´t cry, tras la que llegó a aparecer en producciones de catástrofes de serie B como El núcleo, y le ha vuelto a suceder tras Million dollar baby, a la que le han seguido La dalia negra (el único, aunque fallido, proyecto de interés en el que ha participado), La cosecha y, desde esta misma semana, esa cosa tan insulsa y desfasada como Posdata te quiero, pastelón de comedia romántica que llevaba varios meses buscando hueco en España para estrenarse hasta que lo ha encontrado en la famélica cartelera veraniega.
Buenafuente
Andreu Buenafuente se ha tomado unas vacaciones, pero ha dejado al frente del barco a su supuesto sobrino Berto, que, dentro de su estilo, se desenvuelve con soltura y habilidad de reflejos en las entrevistas. A Buenafuente, desde que está en La Sexta, no es que le preocupen menos los datos de audiencia, es que esta temporada le ha dado una bofetada sin manos al resto de cadenas con el invento de Chikilicuatre. De lo que no cabe duda es que va varios pasos por delante del resto de programas de entretenimiento que se hace actualmente en nuestro país y su capacidad de inventiva parece no tocar fondo con la continua renovación de secciones. En resumen, nada que no hayan dicho otros ya. De lo que no se habla tanto es de la habilidad del showman a la hora de hacer patria -patria catalana, se entiende-, y no me refiero al hecho de que comience cada programa saludando “desde Barcelona”, sino al catálogo de artistas y personalidades que pasan por su sofá cada noche; y la línea editorial sigue vigente con la ausencia del mentor del nuevo presentador. El pasado jueves Berto entrevistaba a Antonio Orozco, y en el rótulo de presentación aparecía definido como “cantautor de L´Hospitalet” -que quede claro de dónde es-, pero es que al final del programa anunciaba para esta noche un dúo musical entre Peret y Muchachito Bombo Infierno, …cuando no le toca el turno al escritor y columnista Quim Monzó, al cocinero Ferrán Adríá, a los Estopa de Cornellá o al actor Pepe Rubianes. Nadie duda del talento de cada uno de ellos, de su aportación al mundo de la cultura y del espectáculo, es más, disfrutamos con su presencia en el programa, y, en realidad, no sé si el hecho puntual y desencadenante de esta reflexión es la avasalladora defensa y promoción que hace el espacio de los creadores que exporta Cataluña al resto del mundo o que en otros lugares, como Andalucía, no sepamos presumir y promocionar con la misma intensidad e inteligencia -sobre todo esto último- a nuestros grandes valores de la música, la literatura, la escena… desde nuestra televisión. Jesús Quintero lo hizo, a su manera, durante su corto y -tristemente- lastimoso reciente paso por TVE, pero son propuestas que han carecido de continuidad y de comunicadores que, como Buenafuente, tienen muy claro qué es lo que quieren y tienen que compartir con sus espectadores.