¿Denuncia por plagio?
El fideicomiso de los derechos de la novela Asesinato desde una perspectiva fija, del escritor Cornell Woolrich, ha presentado esta semana una denuncia contra la productora de Steven Spielberg por el presunto plagio del argumento para la película Disturbia, estrenada el pasado año.Demasiado tiempo ha esperado para hacerlo, sobre todo teniendo en cuenta que durante la promoción del filme se insistía en calificarla como una versión para adolescentes de La ventana indiscreta, de Alfred Hitchcock, que sí acreditaba la adaptación de la citada novela de misterio. Los paralelismos entre ambas tramas son más que evidentes, pese a los cambios sugeridos en las circunstancias que rodean a sus respectivos protagonistas. En la cinta de Hitchcock, James Stewart guarda reposo obligado en casa al encontrarse escayolado y pasa el tiempo espiando desde su ventana a los vecinos, entre los que descubre a un posible asesino; en Disturbia, Shia LaBeouf está obligado a quedarse en casa por imposición judicial y termina cayendo en el mismo vicio que Stewart, con la circunstancia añadida de que también sospecha de uno de sus vecinos y sólo cuenta con la ayuda de su novia para evitar que pueda cometer más crímenes. Al dueño de la novela no le van a hacer falta muchos argumentos para poder ganar el caso, aunque lo lógico es que denunciara a Spielberg no por plagio, sino por haber producido una de las peores películas de misterio de los últimos años, en la que sólo merece la pena el descubrimiento de Sarah Roemer.
Mickey Rourke
Francis Ford Coppola fue el primero en fijarse en su poderosa atracción ante las cámaras, y el público femenino corroboró su buen ojo tras descubrirlo definitivamente en Nueve semanas y media. Mickey Rourke tenía a su favor otra serie de condiciones: una correcta elección de los proyectos en los que se embarcaba, y ahí están Manhatan sur y El corazón del ángel para atestiguarlo. Así hasta que en los noventa se le cruzaron los cables y dejó de ser el mismo. Sólo el propio Coppola le brindó la oportunidad de redimirse, y lo hizo con enorme elegancia en un breve papel de Legítima defensa. Después, de nuevo el pozo, hasta terminar haciendo de malo en una película de Jean Claude Van Damme. Desde hace algunos años ha vuelto a contar con el favor de determinados directores para papeles secundarios aunque interesantes: le vimos en Spun, The mexican, Domino y, sobre todo, en Sin city, con aspecto físico, eso sí, muy alejado del de aquellos últimos ochenta. Ha estado en Venecia con su última película, The wrestling, que se ha llevado el León de Oro. Dicen que el jurado le ha negado el premio al mejor actor y ya hay quien lo ve nominado al Oscar. El papel parece pensado para él: un boxeador veterano que gasta el poco aliento que le queda subiéndose a rings de tercera categoría para poder tirar para adelante. Tras recibir el premio tuvo todo el arte, ya que felicitó a su director, Darren Aronofsky, por haber vuelto al Festival después de que hace un par de años “se cayera de culo” tras conocer las críticas sobre su película. Era The fountain. No era para menos.
El niño con el pijama de rayas
En unas semanas se estrena la versión cinematográfica de la novela El niño con el pijama de rayas, de John Boyne. La gente que la ha leído anda como loca aguardando el día para ir al cine.
Sé que me voy a meter donde no me llaman, pero ¿qué interés puede tener una película de la que todos conocen casi al pie de la letra su argumento?; ¿qué espacio puede conservar para la sorpresa, para la emoción, para el descubrimiento?; es más, ¿qué interés puede tener la adaptación de una novela cuyo final se ve venir desde las primeras páginas? Yo, que quieren que les diga, comparto con el autor el mensaje y la esencia de su discurso, pero como relato me pareció de una ingenuidad infrecuente. De la película me quedo, a priori, con la presencia de David Thewliss y Vera Farmiga, como los padres del protagonista.