La noche que TVE se adelantó a los cines

Publicado: 27/01/2009
TVE española despidió la programación especial dedicada a la toma de posesión de Barack Obama como nuevo presidente de los EEUU con la emisión de la película W., de Oliver Stone. Muchos llegamos a pensar que se trataba de un error de programación, ya que el filme, estrenado a nivel mundial el pasado 17 de octubre, aún no había llegado a las salas españolas; pero no fue así, La 2, en este caso, se adelantó a los cines para completar una apuesta, la de nuestra cadena pública por acaparar la audiencia de la jornada. Del filme ya no queda constancia de una fecha de estreno en cines y lo más probable es que pase directamente al mercado del dvd ante el más que previsible corto recorrido comercial que le aguardaba, sobre todo tras su pase por televisión y la más que evidente pérdida de actualidad de un trabajo que fue gestado a la sombra de las filas demócratas y como instrumento propagandístico en la recta final de la campaña electoral norteamericana.

Todo ello dice bastante poco -o todo lo contrario, según se mire- en favor de un director como Oliver Stone, que ha renunciado a determinadas pretensiones artísticas (la película adolece del ritmo vertiginoso que imprime a cada uno de sus montajes) con tal de zanjar el triste recuerdo de un tipo tan infame como George W. Bush y, de paso, alumbrar las mentes del pueblo americano a la hora de ceder los destinos de la nación a un nuevo presidente demócrata. Lo cierto es que la película dista años luz de otras de sus aproximaciones a la reciente historia política de su país, caso de Nixon o JFK, y en ella se aprecian escasos destellos del talento cinematográfico de otras de sus obras, como Un domingo cualquiera o Asesinos natos. Tal vez con algo más de tiempo, para el rodaje y para elegir el casting -en qué cabeza cabe que una belleza como Thandie Newton encarne a Condoleeza Rice-, Stone no hubiera tenido que ceder tanto a la improvisación y encomendarse a la inspiración de un actor como Josh Brolin al que se le nota en exceso que imita en vez de interpretar y que necesita de excesivo maquillaje para hacer creíble su parecido con el personaje que encarna. 
Pero tal vez el aspecto más decepcionante del filme sea su incapacidad para reivindicarse como sátira de la vida política norteamericana de los últimos ocho años y limitarse a compaginar, con continuos saltos en el tiempo, la progresión personal y profesional de Bush con los momentos críticos de su primer mandato. Al menos da algo de miedo comprobar en manos de quién estamos, sobre todo a partir del retrato más introspectivo que ofrece Stone sobre su personaje: el de un joven fracasado que soñaba con triunfar en el baseball y que tuvo que conformarse con regir toda una nación para saldar, de paso, cuentas con su propio padre.
W. no es una mala película, sólo decepcionante en los términos en que se desarrolla; está solventada con agilidad, aunque excesiva celeridad, pero siempre quedará el regusto por saber qué habría hecho en realidad  Oliver Stone con este material y un plazo prudente para la reflexión algo más adelante.
Por nuestra parte agradecer a La 2 que trate tan bien a sus espectadores y emita lo que promete, sin engaños, no como suele hacer Antena 3 emitiendo películas con títulos similares a las de estrenos recientes y a partir de argumentos muy parecidos -ocurrió la pasada semana con Diamantes de sangre y esta lo hacen con Valkiria-.

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