El éxito del talento de Miguel Poveda

Publicado: 11/06/2009
Jesús Quintero reflexionaba este martes desde su colina catódica acerca de la fama y el éxito. Se puede ser famoso sin haber hecho nada notable o haciendo atrocidades, pero para tener éxito se precisa del talento. Sus palabras sirvieron de introducción a una pequeña entrevista con el cantaor catalán Miguel Poveda (Badalona, 1973), uno de los más preclaros ejemplos de éxito cosechado a base de talento, de empeño, de dedicación, de saber explotar los dones vocales y artísticos que configuran su personalidad sobre un escenario. Nunca he entendido de flamenco -ni entenderé: es más probable que supere antes un examen de física cuántica (de la que tampoco tengo ni idea) que distinguir unos cantes y estilos de otros-, pero confío en mi instinto para dejarme seducir por los que saben expresar y desarrollar su arte, independientemente del terreno o ámbito al que pertenezcan, y eso lo capté de inmediato en Poveda. Aún recuerdo un telediario, allá por 1993, en que su nombre apareció por primera vez en titulares: con 20 años se había convertido en el gran triunfador del prestigioso Festival de Cante de Minas. Doce años más tarde, su disco Tierra de calma estuvo acompañándome una larga temporada para provocar mi más absoluta admiración por su obra, ya fuera en forma de disco o de espectáculo flamenco. Este 2009 ha publicado dos trabajos en apenas cuatro meses. En febrero, Cante i Orquestra, y ahora en junio, Coplas del querer. El primero, grabado en directo junto a la guitarra de Chicuelo y la dirección orquestal de Joan Albert Amargós, es, en parte, germen del segundo, ya que Poveda ha repetido colaboraciones para este doble cd en el que recopila algunas de las coplas que le inspiraron, enamoraron y cultivaron durante su infancia y adolescencia, junto con la archiconocida versión de A ciegas, interpretada a petición de Pedro Almodóvar para su película Los abrazos rotos.


Desconozco, desde el punto de vista del interés histórico y la interpretación revisionista que ha hecho del flamenco y de la copla en sus dos últimos discos, la grandeza y relevancia, en términos absolutos, de su obra de cara a la crítica especializada, pero no cabe duda de que estamos ante un tipo exquisito, tanto en el plano interpretativo como en el de la concepción de cada trabajo que afronta. No creo que sean perfectos, pero sí que algunas de sus propuestas rozan la perfección. Hoy he leído que Poveda le tiene todavía demasiado apego a la enea, y que le cuesta meterse en la interpretación de esas letras dolorosas, airadas y autoinculpatorias; de hecho, en el programa de Quintero interpretó A ciegas desde una tonalidad flamenca que enriquecía su acercamiento orquestal a la misma composición. Pero, insisto, lo importante no reside ya en si su versión o lectura de composiciones clásicas recibe el respaldo de la crítica, sino en su valentía a la hora de afrontar nuevos repertorios y la perspectiva desde las que pretende enriquecerlos o actualizarlos mediante la personal e impagable riqueza de su voz.

Joan Albert Amargós ha amoldado las partituras a esencias próximas al jazz y al tango -también hay indicios caribeños-, y junto a su piano y la guitarra de Chicuelo, ha incorporado la brillantez de otros intérpretes, como la violinista Olvido Lanza -habitual en los discos y giras de, por ejemplo, Manolo García-. En su conjunto, una obra muy interesante y que, independientemente de cierto oportunismo comercial, ponen de manifiesto la necesidad de seguir con atención, admiración y devoción la evolución artística y profesional de un cantaor sensacional.

(En el vídeo que acompañamos rescatamos un momento de su espectáculo Sin Frontera, con el que rendía homenaje a Jerez y sus cantes. El tema que suena, Esos cuatro capotes, es el que abre el repertorio del disco Cante i Orquestra, obviamente, con un respaldo musical y ambiental muy diferente).

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