Notas de un lector

Del ensueño y la realidad

Antonio Colinas ha articulado una obra que respira trascendencia y sentimiento y que conjuga la búsqueda de la esencia humana con la empírica simbología del ser

Publicado: 29/07/2019 ·
12:08
· Actualizado: 29/07/2019 · 12:08
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Este 2019, se cumplen cincuenta años de la aparición del primer poemario de Antonio Colinas, “Poemas de la tierra y de la sangre” (1969). En estas cinco décadas, el autor leonés ha articulado una obra que respira trascendencia y sentimiento y que conjuga la búsqueda de la esencia humana con la empírica simbología del ser.

Ahora, “La muerte de Armonía” (Maravillas Concretas. Fundación Jorge Guillén. Valladolid), revive un poema de poemas, escrito en 1990, el cual homenajea y memora a María Zambrano, maestra y amiga del poeta bañezano. Recuerda Antonio Colinas en su nota a esta edición que en aquel entonces “no fue libro, pero ahora lo es, pues en lo escrito se salva lo esencial de cuanto yo deseaba decir al proyectarlo”.

Con el habitual esmero que envuelve esta colección pucelana, el lector tiene ante sí un diálogo lírico y de honda consciencia, un umbroso jardín de contrarios, donde cada dualidad batalla por alcanzar su equilibrio, su mudanza hacia una verdadera euritmia. No en vano, Antonio Colinas dejó escrito tiempo atrás que “el poema, el canto, la plegaria, la salmodia, la música, el ritmo, en una palabra, serán los medios para lograr esa armonía que la vida habitualmente no proporciona”. Y por eso, su cántico se dirige hacia una realidad en consonancia con los protagonistas de esta bella llama versal donde murmuran la Armonía, el Fulgor, la Serena, el Poeta…, o lo que es  lo mismo, el candor machadiano: “Qué duro es comprender en la frontera/ del exilio y la muerte que la vida/ sólo es aquel aroma de la infancia”.

Con el sabio significado de lo perdurable, “La muerte de la Armonía” revitaliza los acordes de una melodía inspiradora, tocada por la gracia de la plenitud y la consumación amante: “Mas temo que este sueño de tenerte/ tan cerca y tan hermosa se me escape”.

Dos años después de Ars sacra, Ilia Galán da a la luz un nuevo poemario, Y sembré estrellas en Oriente (Ediciones de Detorres. Córdoba, 2019). Bajo el subtítulo de Pseudohaikús, el escritor burgalés se deja llevar por su admiración ante el universo oriental y, más en concreto, por la cultura japonesa.

En su prólogo, reconoce que no son estos haikús de esquema canónico, pues “no cumplen con el modelo ni quieren cumplirlo (…) Prefiero el fluir libre del verbo, orante ante el Verbo, más allá de la materia y de los modelos cerrados”.

En su ya citado Ars sacra, el poeta volcaba su espiritualidad al hilo de una íntima plegaria, a la vez que intentaba responder y responderse antes los interrogantes que asediaban su interior. Ahora, su voz se reafirma y le sirve de alimento para desnudar al hombre de muchas de sus preguntas. Despojado de ese temblor que, en ocasiones, impide al ser humano avanzar en pos de su propia aventura, Ilia Galán se sabe “sol herido y alcanzado” y, por tanto, sabe trazar desde su empírica condición el camino preciso para encontrar su misma raíz. Las dudas de antaño son ahora certeza y luz: “¿De dónde,/ a dónde voy?/ No importa, vamos”.

En estos versos, la naturaleza reescribe su comunión y el rostro del yo lírico fusiona su verdad con cuanto gira en derredor de lo terrenal y celestial. Vida y muerte sostienen su eterna dicotomía mientras la pluma del poeta traza el rumor y la transparencia de su misterio.

Un libro, en suma, para leer junto a los espejos de la acordanza, para disfrutar entre el cromatismo de todo aquello que sabe a lumbre amatoria: “Sentado frente a tu recuerdo/ masticadas lágrimas trago/ y mi lucha te ofrezco en eterno beso”.

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