La Iglesia nos ha dado una dura lección

Publicado: 18/07/2023
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Los obispos y arzobispos de la Iglesia Católica nos han dado una dura lección, como reza el titular. De ahora en adelante, mucho cuidado con lo que se cede...
Los obispos y arzobispos de la Iglesia Católica nos han dado una dura lección, como reza el titular. De ahora en adelante, mucho cuidado con lo que se cede, lo que se presta y a quien se le presta, porque podemos perderlo. La Iglesia tenía cedido el uso de más de cien mil bienes, entre catedrales, iglesias, ermitas, capillas y edificios civiles. Se les habían prestado sin plazo de caducidad para el uso propio de su actividad. Al final cada uno de esos bienes, casi todos BIC y la mayoría monumentos clasificados, ha costado a la jerarquía eclesiástica la cifra ridícula de treinta euros. Casualmente treinta monedas, la misma cantidad que, según los evangelios, pagaron a Judas por vender a Jesús.

Poco a poco, discretamente, la jerarquía eclesiástica ha ido haciéndose propietaria de esos más de cien mil bienes que incluyen, además de edificios de uso religioso, casas de vecinos, fincas, cortijos, cementerios, calles y plazas. Todo eso es ahora propiedad de un Estado extranjero: el Estado Vaticano, desde que los distintos obispos y arzobispos los han ido registrando a su nombre en el registro de la propiedad urbana. Puede parecer contradictorio y no solamente lo parece: es contradictorio. Nadie podría llegar al Registro de la Propiedad e inscribir a su nombre una casa, un piso, un terreno o cualquier propiedad, con sólo su palabra y el abono de treinta euros. Esa prerrogativa, ese privilegio sólo está concedido a la jerarquía de la Iglesia Católica, quienes han llegado a inscribir a su nombre incluso calles y plazas públicas. Dos ejemplos claros son el espacio cerrado ante la Iglesia de San Jacinto y el Patio de los Naranjos de la antigua Mezquita aljama, hoy parte de la Catedral, que también ha sido inscrito en el registro y su uso sustraído al pueblo de Sevilla.

No cabe duda: el gravísimo atentado contra las propiedades del común, que por ser del común no son de nadie, por lo que tampoco se pueden privatizar, pero han sido privatizadas por la Iglesia católica, es también un aviso: en el futuro cuidado cómo, en qué condiciones y a quien se presta algo para su uso, que de sólo uso lo pueden convertir en propiedad.

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