Un buen día, un grupo de “salvadores de la patria” decidieron “recuperar el espíritu del 4 de diciembre de 1977”. Aquel día en que de una población de seis millones y medio de personas, casi cuatro salieron a la calle a reclamar Autonomía. Aquel día en que también se movió la solidaridad para los andaluces, y hubo más de doscientas mil personas pidiendo Autonomía para Andalucía en Cataluña, casi cien mil en Bilbao y cincuenta mil en Madrid. Los “salvadores” no habían conocido, ni siquiera estudiado, el por qué del 4-D, pero afirmaban “recuperar aquel mismo espíritu”, de forma excluyente, negando el derecho a participar a quien discutiera su interpretación personal de lo que suponían como “espíritu del 4-D”.
Pues bien: el 4 de diciembre de 1977 hubo integración, cooperación. Acuerdo. Ninguna voz intentó alzarse por encima de los demás. Y la única oposición de los partidos parlamentarios que sólo se decidieron a participar cuando pudieron comprobar el rechazo del pueblo andaluz al quedarse fuera por deseo propio. De ahí que, después de negarse durante meses a permitir aquella manifestación hicieron de tripas corazón para convocarla ellos mismos, a fin de ganarse el protagonismo, después de que se les pidiera expresamente por los convocantes durante la reunión mantenida en la sede de la Diputación de Sevilla, el 12 de octubre. Pero siguió el acuerdo, el espíritu de unidad, de cooperación. Conscientes de que los parlamentarios contarían con mayor fuerza, medios y aceptación de los medios de comunicación, todos, los cuarenta grupos sociales, sindicales y políticos que habían mantenido reuniones para convocarla, desconvocaron para que la manifestación fuera una sola, unitaria, y se sumaron a la oficial, la patrocinada por los partidos reunidos en la Plaza del Triunfo.
Ese espíritu de unidad, ese ceder protagonismo, porque lo importante es alzar todas las voces como una sola, salir todos a la calle para que la única voz se oiga mejor, mantuvo la unidad necesaria, con la sóla excepción de los dirigentes políticos, necesitados de estar al frente para ganarse las simpatías de los andaluces y “presumir” del andalucismo que nunca han sentido. Ese espíritu de unidad, de aparcar el protagonismo, de poner por delante el del pueblo andaluz, en este caso, se perdió hace cuatro años, cuando presumían de “recuperar el espíritu del 4 de diciembre”. Porque ese “espíritu” era el que cada uno de los grupitos más vociferantes estimaban que debía ser y exigían que fuera. Hace cuatro años se rompió el espíritu de unidad, de colaboración, de poner Andalucía por delante de todo, para resquebrajarse hace un año. Y estallar como una botella rota gracias a los protagonismos trasnochados y ególatras, al espíritu de no colaboración, de no unidad puesto en marcha desde entonces.
Dirigentes autoencumbrados a la cima de su media docena de seguidores, cuando los alcanzan, que han querido imponer su “Espíritu del 4D” aunque ya estaba creado, lo han demolido a golpe de autoritarismo incongruente e inconsecuente; muy conscientes de la inutilidad, más que eso, la inconveniencia de buscar su propia promoción antes que la unidad de los andaluces.