San Fernando

Exclusiva

El Policía Antonio Maruri que consiguió un helicóptero para trasladar a los Reyes Magos

En el submarino de Isaac Peral sólo se subieron el inventor y una pandilla de niños que vivían en el arsenal de la Carraca y tenían su propio astillero

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  • El submarino abandonado en la Carrera antes de trasladarse a Cartagena.

Un día y no recuerdo a quién, lo escuché decir que los recuerdos son los hijos de nuestro pasado. Hoy y a través de algunos de mis recuerdos vividos durante mi profesión, la que elegí desde niño y a la que tanto amé y dediqué la mitad de mi vida y de la que hace un par de años me apartó la jubilación de mi modesto cargo de agente de la plantilla de nuestra Policía Local isleña, como así lo hacemos todos/as al final del camino profesional, confirmo hay nada más gratificante que hacer lo que te gusta, y mucho más aún haberlo logrado y culminar así tu sueño, como fue en mi caso, dándole gracias a Dios, por haberlo conseguido.

Gracias a ello pude vivir experiencias increíbles, algunas algo jocosas que deseo compartir, ya que la labor policial muchas, demasiadas veces es variada y complicada en cuanto a que nos hace ver lo desagradable de la vida cotidiana en toda su amplitud, y de vivir momentos que no le deseo ni a mi peor enemigo. Pero también viví momentos en intervenciones y actuaciones policiales increíbles y divertidas que presencié en primera persona o que supe a través de mis compañeros o amigos que las vivieron y así deseo relatarlas y compartirlas:

La otra increíble y joven tripulación, del célebre submarino de Isaac Peral. La presente y real historia aconteció en el interior del arsenal de la Carraca, durante el primer cuarto del pasado Siglo XX. Así me relató mi amigo Donato Grandal Reula, quien a su vez la supo de su propio padre y tío, como testigos directos del hecho que seguidamente les relataré:

Existió en dicha zona, un grupo de jóvenes mozalbetes cuyas edades rondaban entre los 8 a los 12 años de edad en cada caso, hijos todos de conocidas y respetadas familias de marinos residentes en el propio arsenal, cuyas continuas y constantes travesuras y correrías de niños realizadas en aquel lugar, llegaron a oídos del propio almirante jefe del citado establecimiento militar de la época.

Aquel almirante ordenó al servicio de seguridad del arsenal, cansado de tanto soportar aquellas gamberradas juveniles, que trajeran detenidos al citado grupo de mozalbetes a su despacho y presencia, para llamarlos a todos al orden y corregir sus malos hábitos, pues la última de sus travesuras fue el haberse observado cómo aquellos realizaban señales de humo en el interior del submarino de Peral, lo que motivó dar la señal de alarma a la seguridad del arsenal.

Una vez estos fueron localizados y llevados ante su presencia, y tras la correspondiente arenga y llamada al orden, incluyendo el fuego de maderas que habían realizado aquellos días atrás en el interior del célebre submarino inventado por Isaac Peral y que, desde su defenestración y fracaso del proyecto, tras ser sacado a tierra y colocarle no muy lejos del penal de cuatro torres, sirviendo desde entonces como mero urinario de todo aquel necesitado que lo precisase ante un inesperado y urgente aprieto. Y gracias a su traslado a Cartagena (Murcia), tierra natal de aquel ilustre marino, que lo reclamó para sí y aún lo posee y mantiene, como una reliquia del pasado de seguro ya hoy en dia no existiría.

El submarino permaneció en tierra firme, en un terraplén desde poco tiempo después de su botadura acontecida el día 8 de septiembre de 1888, y tras superar con éxito todas las pruebas a la que fue sometido, hasta el año de 1929 permaneció en tierra firme y excluido en el arsenal de la Carraca y poco después se trasladó por mar a Cartagena. En 1930 la localización del submarino fue en la base de submarinos de la armada de Cartagena, y en 1965 se trasladó a la plaza de los Héroes de Cavite frente al muelle. En 1992 el submarino se cedió temporalmente para ser mostrado en la Exposición Universal de Sevilla y en el año 2002 se colocó en el que hasta hoy era su actual emplazamiento en el muelle de Alfonso XII, entre el Museo Nacional de Arqueología Subacuática y la Cámara de Comercio de Cartagena.

El submarino abandonado en la Carrera antes de trasladarse a Cartagena.

Lugar donde permaneció olvidado, y sirviendo de mero urinario público, en un rincón del arsenal isleño.

El submarino de Peral, a su llegada a Cartagena, tras su traslado por mar desde el arsenal de la Carraca.

 
Otra cuestión planteada por dicha autoridad al citado grupo de jóvenes, consistió en averiguar la construcción que estos llevaban a cabo en la azotea del propio penal de cuatro torres del arsenal, de una embarcación tipo ballenera, con maderas encontradas por numerosos rincones del arsenal y especialmente de su carpintería. La demanda estuvo sustentada en el gran ruido que dichos jóvenes hacían en la construcción de dicha embarcación, y estando en la planta de debajo de dicha azotea, las celdas de los allí presos. Eso hacía que los vigilantes de aquel presidio pensaran que aquellos ruidos podrían tratarse de la preparación de un nuevo intento de fuga de los penados siendo este un nuevo motivo para llevarlos a presencia de dicha máxima autoridad por entonces del arsenal. Respondió el joven erigido como responsable de aquel grupo de ser todo ello cierto, y que ya tenían prácticamente acabada la ballenera y lista para lanzarla al cercano caño y botarla. Le preguntó el almirante cómo la pensaban bajar de dicha azotea, respondiéndole nuevamente el interlocutor de aquellos mozalbetes, que ya lo habían solventado de antemano;y que, a tal fin ya habían construido una catraca o especie de grúa de maderas, para bajarla y depositarla junto al cercano caño.

Tras la arenga del almirante al grupo de jóvenes reunidos en su despacho decretó como castigo a imponer a todos aquellos impedirles asistir al cine que existía en dichas dependencias, y otros correctivos disciplinarios, durante todo un mes. Uno de aquellos erigido en representante de todos los allí presentes, le comentó al almirante si le podía hacer una sola pregunta, a lo que este le respondió que adelante, hágala.

Respondiéndole aquel mozalbete erigido en paladín de los demás: -Pues no olvide señor almirante, que en el submarino sólo ha viajado Isaac Peral y nosotros. ¡Habría que ver la cara que se le puso al propio almirante, ante la pericia demostrada por aquellos mozalbetes, y la respuesta recibida!

¡Vaya respuesta dada a un foráneo, por aquel guardia cicerón! Este suceso anecdótico pero verídico, como diría el gran Paco Gandía en su célebre chiste de los garbanzos, aconteció realmente en nuestra ciudad en la década de los pasados años 50. Al parecer se trató de como un foráneo, guiri o turista, llegó a nuestra población intentando localizar nuestro palacio municipal (ayuntamiento). Y al observar a un popular y conocido agente de la guardia municipal como por entonces así se denominaba, se le acercó y preguntó por la ubicación de las casas consistoriales de nuestra ciudad. Aquel agente plenamente convencido y seguro de su respuesta, le contestó al requirente: ¡esas casas las quitaron hace años de nuestra ciudad; y además lo fue por una orden gubernativa! Ni que decir que aquel otro se quedó perplejo, al entender luego con qué tipo de casas confundió dicho miembro del orden público local con las que el preguntaba y que efectivamente existieron en buen número, en el entorno del barrio de la plaza de toros o de la iglesia mayor…

Los dos mejores y sonados muletazos de la tauromaquia, dados en la isla. El presente relato igualmente verídico, tuvo como escenario la céntrica Calle Real frente y aledaños del viejo mesón del Duque. Todos pensaran que los dio un célebre matador de toros de los muchos y buenos que nuestra tierra isleña dio al mundo de la tauromaquia; pues no, su autor fue un personaje humilde y desconocido en el arte de cuchares. Testigos presenciales del hecho, relataron en su momento, como un conocido agente de nuestra por entonces guardia municipal isleña, cuando de igual modo corrían los años 50 del pasado siglo ( y no se trataba del mismo agente antes citado; pero de igual fama o incluso más que aquel otro” perseguía e intentaba detener a un célebre personaje tullido de una pierna. Era muy conocido por su mal genio. De de niño un tranvía le cortó una pierna y por dicho motivo portaba una muleta, la cual en alguna que otra ocasión lanzó desde la grada, contra el árbitro de turno, en los encuentros disputados por nuestro equipo local de futbol, en el campo municipal de deportes Marqués de Varela.

Cuentan las crónicas y testigos que aquel tullido en pleno enfrentamiento con el mencionado agente de nuestra autoridad en plena Calle Real, y ante el numeroso público allí reunido, se parapetó entre dos balcones de una fachada, entre los cuales aferró y se hizo fuerte con sus dos brazos, uno a cada cual de aquellos. Y en el momento en que el mencionado agente se le acercó y lanzó sobre el para detenerlo, este le propinó dos tremendos y sonoros muletazos, que impactaron de lleno en su rostro y pecho, y le hizo caer de bruces al suelo dejándole fuera de combate.

Mascamaiz; el isleño que piso la Luna, antes que el comandante de la NASA Neil Armstrong.  Esta historia me la comentó el agente de la entonces Policía Municipal de servicio aquel día en la Plaza del Ejército o 4º distrito, en que ocurrieron los hechos que seguidamente os relataré. Según el compañero Manolo Viciana, aquella mañana cuando bajaba Mascamaiz, nombre del cochero y no de su famélico caballo, con su calesa por la Calle del General García de la Herrán en dirección a la del Rosario, no pudo detener su vehículo y animal que desbocado y a veloz carrera, resbalando con sus cascos entre el pavimento compuesto de aquellos chinos peluos, se fue a estrellar contra el escaparate o luna del célebre establecimiento de Los Domínguez, mejor dicho de Los González, sito entre la Calle del Rosario y la Plaza del Ejército. En aquel lugar tras degollarse aquel pobre animal, encontró trágica muerte.

De tan macabro suceso anecdótico el por entonces corresponsal local del Diario de Cádiz, y célebre personaje de nuestra cultura local el escritor y querido amigo Quintín Dobarganes Merodio, publicó un curioso artículo que dio la vuelta al menos en toda nuestra Nación, bajo el título de que el primer ser humano en pisar la luna, fue el isleño “Mascamaiz”; mucho antes de que lo hiciera el comandante norteamericano de la NASA, Neil Armstrong, el día 20.07.1969 a bordo del Apolo 11.

Otra novatada. En este caso, se trató tras repartirse el servicio entre los agentes de mañana o primer turno que comienza a las 06,00 horas, y en el que marcharon tres de ellos hacia la Plaza de la Iglesia o 4º distrito en el servicio. Dos de aquellos formaban pareja por las calles comerciales aledañas. mientras que el tercero y novato lo hizo en el citado 4º. En un momento dado el más veterano de la pareja formada, le indicó al más nuevo que estaba solo en aquel servicio: -Ten presente que tienes que apagar a las 07.00 horas, la luz de la farola del alumbrado público, situada en el centro de la Plaza de la Iglesia.

Seguidamente la pareja se dirigió a su destino en las cercanas calles comerciales, pero antes se detuvieron estos para contemplar la reacción del novato. Parapetados aquellos en la esquina de las Calles del Rosario y General García de la Herran (antiguo establecimiento La Voz observaron al novato dar vueltas y vueltas alrededor de la citada farola intentando localizar el interruptor oportuno con el que apagar el alumbrado de la misma.

Aquella Plaza de la Iglesia Mayor era el corazón neurálgico de nuestra población junto a la cercana Plaza del Rey, pues en ella se dieron cita y produjeron toda clase de eventos y sucesos de toda índole, muy apropiadas para escribir todo un interesante libro de acontecimientos increíbles.

En la búsqueda de un helicóptero, para el traslado de los tres reyes magos de oriente en nuestra ciudad, durante la cabalgata de reyes del año de 1981.

El presente relato que forma parte de las curiosas anécdotas y vivencias que pasan de boca en boca de quienes formamos un día y forman hoy parte de nuestro cuerpo local de seguridad, y que de seguro proseguirá en el futuro, tuvo por actor a uno de nuestros más conocidos y geniales miembros de esta plantilla y me refiero a mi hermano y oficial (cabo) Antonio Maruri Niño.

Quien lo conoció durante su estancia en nuestra plantilla (1978 - 2010), podrá decir de él y de sus ocurrencias geniales, e increíbles e inesperadas improvisaciones sobre la marcha, propias de él, y ante cualquier problema suscitado en el servicio, sus especiales modos y técnicas para resolverlos.

En este caso que tratamos, y cuando finalizaba el año de 1980 fue llamado ante la presencia del por entonces alcalde de San Fernando Avelino Arias Soto, quien valoraba y mucho sus geniales ideas, para preguntarle de qué modo y durante la siguiente cabalgata de reyes magos de nuestra ciudad del año de 1981, se podría celebrar aquel acto, de un modo diferente de cara a nuestra sociedad local. Y como no podría ser otra increíble ocurrencia por parte del entonces agente Maruri que le comentó: -¿Avelino, que te parece hacerlo a bordo de un helicóptero?-

 A lo que el alcalde le respondió: ¡Maruri está usted loco; de donde vamos a sacar un helicóptero!

Entonces el agente le dijo al alcalde: -¿Si usted me da permiso para ir en su nombre; yo le conseguiré un helicóptero?- Y dicho y hecho.

Tras solicitar como representante de nuestra máxima autoridad política municipal el citado agente, una entrevista con el entonces capitán general de la Z.M.E, siéndole esta concedida, para ser poco antes de finalizar 1980 recibido en su despacho de la capitanía general de nuestra ciudad, por supuesto vestido de uniforme y como representante en dicha ocasión del alcalde isleño Avelino Arias que delegó en él tal ocasión, y su plena confianza en que lograría su propósito.

Y quién le podría negar tal petición que llenó de júbilo de igual modo a quien en su mano estuvo concederlo.

Así fue la historia real de aquel hecho, que se convirtió en realidad la tarde del día 5 de enero de 1981, para júbilo general de toda nuestra sociedad isleña; especialmente de los más jóvenes. Todos vieron la llegada de los tres magos de oriente a bordo del helicóptero perteneciente a la escuadrilla con base en la base aeronaval de Rota (Augusta - Bell 212 ASW. Marina 003-9), y sobrevolar nuestra población repleta de ilusiones, y de aterrizar en el césped del viejo y desaparecido campo de deportes marqués de Varela. Y descender de su interior a los tres magos, ante un público expectantes y un jolgorio general de todas las personas allí reunidas que disfrutaron de una increíble y maravillosa jornada.

Quisiera hacer público aquel suceso por todos vivido. Y agradecerte hermano mío, la enorme felicidad que, gracias a una de tus llamadas locuras conseguiste, aunque desde las sombras que hoy quiero desvelar, hacernos felices a toda la sociedad local y muy especialmente en aquella inolvidable jornada vivida.

Otras de sus sonadas ocurrencias tuvieron por escenario la inauguración de una feria de comienzos del presente siglo, poco después de ser inaugurada la nueva jefatura de nuestra Policía Local en terrenos de la antigua salina de la Magdalena en marzo de 2003.

Aconteció en dicha jornada, que momentos antes de la llegada de las diversas autoridades civiles y militares invitadas al acto, alguien se dio cuenta de la carencia de las banderas que habrían de colocar dichas autoridades en sus respectivos mástiles allí instalados. Todos se miraban a la cara sin saber que hacer, mientras el tiempo se les venía encima.

Y como no el por entonces cabo Maruri, al poco de partir velozmente del lugar y volver en un plisplás de tiempo que ni Carl Lewis, sin que nadie se apercibiese de su acción y ausencia, se presentó en aquel lugar con las cuatro banderas en sus brazos (nacional, autonómica, europea y local), en el justo momento de aparecer las esperadas autoridades. Y por supuesto sin que nadie hubiese notado aquel garrafal fallo, excepto quienes, al pasar frente a nuestra jefatura del cuerpo, observase sus mástiles desnudos de banderas. Y es que a veces y sólo cuando la cuestión o la necesidad como era el caso así lo requiere y obliga, hay que saber desnudar a un santo, para poder vestir a otro.

O cómo improvisó para participar en una procesión marítima de la Virgen del Carmen, una pequeña embarcación que él poseía, y convertirlo en el primer vehículo náutico que nuestro cuerpo policial ha poseído hasta la fecha. Lo preparó personalmente en sus más mínimos detalles (colores, dameros o cuadros negros y blancos, indicativos, sirena y hasta luz destellante policial de color azul); full equipe o equipo completo como se diría. Y con el que encabezó a su timón personalmente la comitiva oficial, que partió como es común hacerlo llevando a bordo a varias autoridades locales, desde el muelle de Gallineras a través del Caño de Sancti Petri, y llegar al embarcadero o pantalán situado junto al paseo marítimo de la Magdalena. Aquel mismo pantalán que años más tarde, al romperse motivó la caída al agua al caño de Sancti Petri, de parte de numerosos invitados a un acto oficial, incluyendo al alcalde de su época; para que digan que los políticos no se mojan…

Un día de carnaval, un niño que metió la cabeza entre la balaustrada del atrio de nuestro ayuntamiento y que al no poderla sacar al haber quedó atrapado en ellas. El público allí reunido, sólo estaba expectante a la pobre criatura que gritaba mientras su madre sufría un ataque de nervios.

Nadie supo de donde salió el cabo Maruri, pero la verdad es que ni Superman en sus mejores momentos. Apareciendo con sus manos y brazos chorreando de agua y jabón y tras frotar la cabeza y cuello del niño, lo liberó rápidamente. En aquel momento la muchedumbre que estaba observando la escena, le lanzó una sonora ovación. Se había dirigido al WC de nuestra jefatura y se había impregnado las manos y brazos con jabón y agua. Era algo sencillo; pero nadie cayó en ello en aquel preciso y necesario instante, salvo él.

De estas y de otras increíbles historias, podría estar relatando infinidad de crónicas y relatos que le tuvo por especial actor principal de hechos increíbles, y de soluciones que a pocos se nos hubiesen ocurrido en una fracción de segundos, a veces ante momentos difíciles y cruciales en la búsqueda de una solución eficaz a un conflicto inesperado de no ser procedentes de su mente y talento prodigioso, único y creo que irrepetible que lo ha convertido en una auténtica e inolvidable leyenda en el Cuerpo.

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