Rodilla fastidiada. Qué le habré hecho esta mañana. Ella va por libre y no atiende a razones. Que une dos partes de MI cuerpo… Nada, como quien oye llover. Está claro que cada vez que
hoy la cosa se tuerce se llama rodilla y duele.
Me dispongo a esperar en la
pseudo cafetería, pseudo restaurante, pseudo sala de espera para pacientes traumatológicos. Todo en este conglomerado
donde te dan de comer en el Ikea huele aséptico. Como para no desconfiar.
Realmente no me lo tomo como un castigo.
Esto no es una taberna (ya os habréis percatado, porque os tengo por despiertos).
Hay cerveza rica para un cervecero sin remilgos. A veces ¡sí! soy un
melindres. Hoy, definitivamente es el día para el autoengaño. A ver, a ver… puedo picar muchas cosas y el salmón y el codillo se dejan comer (principalmente porque no huyen, por razones obvias). Siento que
la secta está empezando a hacer efecto en mi manipulable gusa.
También pensad que podría ser peor.
Podría no dolerme la rodilla y estar obligado a ser abducido… ¡¡dentro!! Cuando digo dentro, digo ese espacio de maravillosas estancias contiguas, en las que podrías estar tres meses seguidos acogiendo a visitas diversas, en un
hogar dulce hogar distinto cada vez.
Estoy solo y decido no hacerme el zombi frente al móvil. Observo y escribo. Observo y escribo. Hay un montón de elementos,
humanos, quiero decir, que
circulan intentando no colisionar. Entiendo que hay una serie de normas, leyes universales. No chocarse, esgrimir a raudales educación y sonrisas. Pero
no hay roces. Hay un
cosmos nórdico infinito en el que todos se mueven con ligeras variaciones en sus trayectorias orbitales. Apenas el no chocarse. Y más sonreír. Enseguida, la miradas se tuercen y a otra cosa mariposa. Hay niños y niñas que no respetan nada, pero son tan buenos... Uno querría que, al menos ellos, rompieran el orden con rotundidad. Por lo menos que rompieran.
Pero todo es tan sólido y tan grönsfolk.
He acabado mis cervezas. No voy a deciros cuántas porque seguro que son pocas para algunos y muchas para otros.
Son las que son y qué jartiiito me tienen los entrometidos. Además, recordad, no tengo que conducir porque acaba de decirme doña rodilla que lo de la huelga se prorroga. Que acaba de convertirse en la
república independiente de mi pierna.