A tres semanas para que Paula Comitre complete su trigésima vuelta al sol, la bailaora sevillana ha llegado a la Bienal para demostrar, si es que le hace falta, que está en su plena madurez como artista, y que es y va a seguir siendo un punto de apoyo del flamenco para seguir su evolución.
Y, para ponerlo en evidencia, ha diseñado un espectáculo llamado ‘Après vous, madame’ (Después de usted, señora), en el que es directora y coreógrafa, con el asesoramiento dramatúrgico y escénico, de La Ejecutora, el equipo de creativos andaluces que trabajan la dramaturgia, apuntes de dirección y la puesta en escena.
En ese campo están también Fran Pérez Román y Julio León Rocha, y las manos imprescindibles de María Alcaide, que han creado la increíble bata de cola inflable con la que la sevillana domina y recorre el escenario, apoyada en uno de sus laterales con un tono rojo intenso para, desde ahí, desarrollar todo su arte.
Con esa fantasía, prueba evidente de que el flamenco da cada día un paso más para asentarse como un ente en crecimiento, nunca anquilosado, se ha plantado ante el público en el Teatro Central, uno de los espacios de la Bienal sevillana, para contar con flamenco y baile la historia de Antonia Mercé y Luque (La Argentina) -Buenos Aires, 1890 -Bayona, 1936), la bailarina y coreógrafa española de la que las crónicas dicen que supone tender un puente entre el neoclasicismo y el vanguardismo en el baile español, y llevar a París la gran renovación de la danza española.
Una ingente labor de estudio
‘Après vous, madame’ ha nacido de un intenso trabajo de investigación y estudio nacido de la experiencia vital de Paula Comitre en la Citè des Arts de París, y para que los puristas no se sientan excluidos, ha sabido mezclar en el escenario lo clásico y lo vanguardista, dando aire nuevo a una bailaora de la que mucha gente puede que desconozca su historia, en una noche que la sevillana ha querido que sea no solo de flamenco, sino también de homenaje solemne.
El germen de todo está en 2023, cuando obtuvo una beca de la Academie de Beaux Arts de París para realizar una residencia de creación de cinco meses para pulir este su cuarto proyecto con todos los detalles de modernidad con los que ella quería adornarlo, investigando en el propio corazón del asunto.
Y para que lo moderno no se pelee con lo añejo, en el escenario está el piano contemporáneo del compositor francés Orlando Bass, hay guiños a Falla, Joaquín Nin o, Albéniz, y mantiene la intensidad con el público pegado a las butacas desde que arranca la obra con el repertorio musical que interpretaba Antonia Mercé, en el que cualquiera con un mínimo de sensibilidad sabe reconocer palos flamencos de siempre, como sus inolvidables peteneras.
‘La reine des castagnettes’ o ‘Sobre Chufla, chufla y los Music Halls’ son algunos de los pasajes que, en forma de piezas, Paula Comitre va mostrando al público, seis en total, con una vorágine visual en la que no faltan las artes plásticas, y todo lo que ha podido sacar a la luz con su imaginación como único límite.
Pero siempre sabiendo que, en la música, en todo tipo de música, la evolución es inevitable, y hasta sana, pero no se pueden dejar atrás las raíces, las que fortalecieron lo que se ha conseguido para que el árbol haya llegado fuerte y sano a la actualidad.
Mucho más que flamenco
El espectáculo es mucho más que flamenco. Es una reivindicación sobre la importancia que este arte ha tenido, tiene y tendrá en el contexto de la cultura en el mundo, pero también sobre el hecho de que esa misma cultura tiene que ser defendida como parte de la idiosincrasia de la tierra, por encima de otras manifestaciones más volubles o menos consistentes.
