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El jesuita Jalics desvincula al Papa de su secuestro en la dictadura argentina

"El asunto está cerrado"

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Francisco Jalics, uno de los jesuitas secuestrados durante la dictadura militar del teniente general Videla, en 1976, ha precisado que el entonces padre Jorge Maria Bergoglio y provincial de la Compañía de Jesús en Buenos Aires no fue el responsable de la acusación ante la Junta Militar que llevó a su secuestro y el del padre Yorio, también jesuita. De hecho, considera que "por su parte el asunto está cerrado".

   En un segundo  conunicado publicado en la página de la congregación en Alemania, el padre Jalics ha señalado que "se siente casi obligado" a corregir los comentarios que circulan porque "el hecho es que Yorio y él mismo no fueron acusados por el padre Bergoglio".

   Aún así, ha reconocido que "durante unos años pensó que habían sido víctimas de una acusación" aunque indica que a finales de los 90 llegó a la conclusión de que "la sospecha era infundada". Además, asegura que "ya se reconcilió con Bergoglio celebrando misa juntos".

   Por otra parte, señala que en los círculos de los jesuitas "se difundió la información falsa de que habían sido detenidos porque pertenecían a la guerrilla". En este sentido, afirma que estos rumores pudieron verse provocados por el hecho de que permanecieran encerrados varios meses, en lugar de ser liberados de inmediato.

   La detención de los dos jesuitas, sin embargo, se debió a la conexión que ambos tenían con una catequista que había trabajado con ellos en los barrios pobres de Buenos Aires y que más tarde había entrado en la Guerrilla. A esta se suma el hecho de que, cuando la policía militar vio en los documentos del padre Jalics que había nacido en Budapest, pensó que era un espía ruso, segun explica.

   El Padre Jalics y su compañero Orlando Yorio fueron secuestrados en 1976 y sometidos a un interrogatorio durante cinco días, según explicó el primero en un comunicado el pasado 15 de marzo. Al terminar el proceso, el oficial al mando de la investigación les aseguró que "no tenían la culpa" y que "se aseguraría de que pudieran volver a trabajar en los barrios pobres". Sin embargo, "les mantuvieron esposados, con los ojos vendados y bajo custodia durante cinco meses más", algo que resultaba "inexplicable" para los dos sacerdotes.

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