Tardes en el Lagartijo

El hielo del desapego

Hay valores con los que se nacen y otros que son transmitidos, al igual que los conocimientos que son adquiridos a través del aprendizaje

Su aviso fue escaso, por eso su aparición fue casi repentina. Lo único que pudo hacer notar su llegada próxima era el leve ruido de una brisa que se sentía helada al pasar del sol a la sombra y, aún así, caminaba de puntillas para no ser escuchado. Sin verlo venir, como chocando con cualquiera al doblar la esquina de una calle, se presentó el invierno. 

El frío que trae consigo se siente, a veces, como cadenas que rodean al cuerpo y dificultan la libertad de movimiento. Hasta podría decirse que raspa los rostros. Su presencia se vuelve un tanto incómoda, pues debilita los organismos. Pocos son los que se sienten con mayores fuerzas en esta estación.

Quizá por ello, su llegada no hace solo buscar el abrigo en la ropa o el calor del hogar, si no que reclama el arropo también en las personas, en la indispensable ayuda que supone sentir afecto y que permite afrontar estas semanas en las que las manos se enrojecen. 

De manera más aguda que en el resto del calendario se padecen los sentimientos, pero este es un período que también ayuda a abrir los ojos sobre quién, verdaderamente, casi como ángel de la guarda, permanece atento a nuestro bienestar. 

Cuando llega el frío, y todo cuesta más, el humo se disipa y es más fácil ver lo que hay detrás. Así, se alcanza a observar las formas de actuar más sinceras.  La llamada al afecto que hace percibir cuán real es la preocupación que se despierta.

Una preocupación que demuestra mucho, como en el apoyo que se presta en la búsqueda o en la generación de una ocupación con la que se pueda llevar un plato a la mesa. No obstante, cuánta implicación hay, realmente, cuando se concibe que es suficiente aportando un simple pellizco que solo dé para reunir migajas.

Existe el reconocimiento a que es de buena educación preguntar por la salud, pero que interés existe en conocerla si al pedir socorro para la cura de una herida las vendas que las cubrirán se demoran por semanas o meses mientras esta sigue abierta.

Hay valores con los que se nacen y otros que son transmitidos, al igual que los conocimientos que son adquiridos a través del aprendizaje. La acumulación de ellos hacen a las personas más preciadas, si cabe, y el conjunto se beneficia de las virtudes que ha desarrollado cada uno. Sin embargo, para llenar la mochila de conocimientos se requiere de lugares y personas a los que poder acudir para escuchar, ¿pero cómo educarse y crecer cuando los pilares que sostienen el espacio en el que se reúnen las experiencias de las que nutrirse se agrietan y no se aprecia un esfuerzo por asentarlos?

Cuando llega el frío, las paredes que dan cobijo se convierten en queridas aliadas. No obstante, hallarlas es difícil tarea para muchos. El que lo sufre entiende que el ofrecimiento de una habitación no es lo más sencillo, pero cuando solo encuentra carteles con cifras más y más grandes, sí que empieza a dejar de creer aquellas frases que pretenden transmitirle que día y noche se tratan de buscar soluciones.

El Santo Reino hace tiempo que se siente falto de afecto por parte del Hospital de las Cinco Llagas. Los vasos se llenan y se colman. Ahora bien, parece que cada vez hay más gotas no solo en el de la provincia de los castillos, sino en el conjunto de la tierra blanca y verde. El frío abre los ojos y la irritación, que se extiende, cambia las formas de concebir a alguien, más cuando la piel siente quemazón al pegarse a ella el hielo del desapego.

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