Aquel Pedro, este Sánchez

Publicado: 04/01/2020
Autor

Daniel Barea

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Era preferible seguir indefinidamente en esta situación de provisionalidad, con el Gobierno en funciones y los Presupuestos de Cristóbal Montoro prorrogados
Resulta fascinante la naturaleza mudable de Pedro Sánchez. Y perturbadora. Ayer se plantó en el Congreso de los Diputados para la sesión de investidura con un discurso intercambiable con los de Pablo Iglesias y Gabriel Rufián. Ha asumido la jerga neocomunista e independentista y ha doblado la cerviz bajo el peso de las condiciones de ambos para continuar en Moncloa, de manera que ha hecho suyos el planteamiento de la situación catalana de ERC y la ortodoxia económica y la agenda social (intervencionistas) de Unidas Podemos. Sin despeinarse. Sin titubear.

Hace unos meses, interpretó el papel de hombre de Estado, insistiendo que no pactaría por nada del mundo con quien ha pactado ya. Este sábado habló para contentar a la turba de los lazos amarillos y para quienes detestan a Amancio Ortega y sus donaciones. Entre aquel Pedro y éste Sánchez han mediado unas elecciones y una victoria pírrica que le pusieron en la tesitura de elegir entre seguir interpretando un papel u otro. Es un misterio la razón por la que ha renunciado a ser hombre de Estado.

En su intervención parlamentaria liquidó el socialismo constitucional, planteó (¿qué otra quiso decir si no?) que la ley no será obstáculo para salvar lo que denominó conflicto político territorial y no concretó qué pretende de España, pero sí dejó la sensación de que lo que sea será por los republicanos catalanes, la derecha vasca y la izquierda abertzale, la ultra izquierda gallega y Pablo Iglesias.

Estamos a un tris de darnos de bruces con la dura realidad: era preferible seguir indefinidamente en esta situación de provisionalidad, con el Gobierno en funciones y los Presupuestos de Cristóbal Montoro, inagotables, prorrogados para seguir creando empleo y creciendo. O lo mismo da: era mejor ir a unas terceras elecciones. Cualquier cosa menos lo que se nos avecina. Pablo Casado insistió su turno que el nuevo Ejecutivo encontrará al PP en frente si gobierna contra España. Pero Pablo Casado sabe que Santiago Abascal, que no es un buen orador y ayer lo fue peor, sacará partido de esta situación. La semana que viene, Vox se movilizará. El líder de la formación de ultra derecha dejó claro que va a gastar pasta en este mandato en autobuses para tomar la calle. La pancarta cambia de bando. Ahí el PP se diluye. Y Vox crece.

Inés Arrimadas no tuvo su mejor tarde. Nada más comenzar su discurso, aseguró que el abrazo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias le ha costado votos a PSOE y Unidas Podemos. El Parlamento prorrumpió en una sonora carcajada. No fue capaz de salir del trance, teniendo en cuenta su olvido del batacazo de Ciudadanos. Se ve que no es consciente de la irrelevancia de Ciudadanos en el Congreso. Y eso también es grave. O Arrimadas y Pablo Casado inician cuanto antes la integración de sus siglas y hacen política a favor de España, con pedagogía y tal, con guiños al votante moderado de Vox, o Vox liderará la oposición mientras el Gobierno deja a España irreconocible.

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