La escritura perpetua

García Pavón

Fue durante muchos años crítico teatral del diario ‘Ya’. Eran los tiempos en los que la crítica de teatro consistía en una pequeña obra de arte en sí misma

Publicado: 18/09/2019 ·
11:16
· Actualizado: 18/09/2019 · 11:16
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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Francisco García Pavón (1919-1989) tenía la elegancia discreta del hombre lleno de sentido común de provincias -como se decía antes- que hizo de la escritura una profesión, pero nunca quiso vivir ‘en escritor’. Acudía diariamente entre los años 60 y 80 a su tertulia del Café Gijón, de Madrid, y solía sentarse en la mesa de los poetas, en el fondo derecho del local, siempre tras el almuerzo, a la hora del café. Incluso después de sufrir el derrame cerebral, que lo dejó casi inmóvil, procuraba no faltar a la tertulia e iba del brazo de una mujer joven, que lo sentaba allí y ella se ubicaba a su lado. Era una chica risueña y respondía físicamente a lo que el maestro llamaba en sus novelas “mamellísima” -que significaba en el imaginario García Pavón algo así como mujer generosa de pecho-. Francisco García Pavón, hay que decirlo rápidamente, fue un narrador de primer orden. Tenía la facultad de contar. En las distancias largas y en las cortas.

En la novela y en los cuentos. Su obra contiene miles de páginas, que ahora se recogen en los cuatro volúmenes de sus Obras Completas, que acaba de publicar la editorial Cuarto Centenario. Las estanterías de la Casa del Libro, en la Gran Vía madrileña, por ejemplo, estaban cubiertas en los 70 de decenas de novelas de Plinio, que editaba Destino en la colección Áncora y Delfín. Plinio era un policía local de Tomelloso disciplinado y listo, hombre discreto y fumador de Celtas: la antítesis de Poirot, por ejemplo, personaje cuya soberbia llegó a detestar su propia creadora, Agatha Christie.

García Pavón fue durante muchos años crítico teatral del diario ‘Ya’. Eran los tiempos -otros tiempos- en los que la crítica de teatro consistía en una pequeña obra de arte en sí misma. Lorenzo López Sancho la hacía en ‘ABC’ y Haro Tecglen en ‘El País’. Aquellas tardes de invierno en el Café Gijón estaban llenas de humo de tabaco, olor a café bueno, y conversación inteligente. Francisco Umbral llegó, quedó deslumbrado, y escribió un libro sensacional: ‘La noche que llegué al Café Gijón’. El maestro García Pavón, ya está dicho, asistió a su tertulia incluso cuando casi no podía hablar ya. Nunca persiguió el brillo, o eso que llaman ‘la gloria literaria’, sino su vocación de escritura. Y dejó frases como ésta, de una novela de Plinio: “El español tiene mucha imaginación para salvar el momento, ninguna para variar el camino”. El sentido común de un hombre modesto y genial de Tomelloso.

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