La buena música es buena para disfrutar del arte, elevarse espiritualmente, relajarse, recuperarse; pero el “mejor” concierto, también llamado “cupo”, es el vasco. El que perseguían los mandamases de Cataluña y por ir en su busca picaron demasiado alto para caer en su propio amago. No es bueno amagar, menos aún sin prever las consecuencias, que en este caso han sido alimentar una situación de muy difícil salida, en estrecha colaboración -tal vez involuntaria, pero entonces irresponsable- con los últimos gobiernos de las Españas. Y arrastrar a su pueblo a una carrera en que los promotores han sido superados con creces por aquellos a quienes han engañado, y siguen, en un callejón al que no saben encontrar alguna salida. No se puede engañar al pueblo. No se debe. Cuando la gente, la que los dirigentes creen e intentan parecer “masa” es ignorada, maltratada, contradicha y castigada por unas fuerzas del orden tan lejanas al deber de socorro al pueblo, los ánimos se encrespan; los problemas se enquistan. Más, cuando han recibido una esperanza, como solución a sus problemas y sus inductores en un pretencioso pensar por ellos declaran la independencia para des-declararla a continuación y dejar atónitos a quienes habían creído en ellos. Lo dijeron tan aparentemente convencidos, que la mayoría no tuvo tiempo de comprender lo que realmente buscaban.
La ambición es humana, dicen. Pero los derechos de todos son lo primero. Tan justo es el derecho a determinar qué quieren para su futuro, como a recibir la verdad absoluta de parte de sus “próceres”. Si Cataluña quiere un concierto como el vasco, deben decirlo con claridad y no hacer ficticias declaraciones de independencia. Que no son delito, ya lo dijo el juez Llarena, por eso les lanzó otras acusaciones que en los estados democráticos no creyeron. No son delito pero sólo deben plantearse cuando están dispuestos a perseguirlo con firmeza y democráticamente hasta el fin. Si el gobierno es incapaz de entender que sin participación no hay democracia, que no es “constitucionalista” quien sólo defiende un par de artículos de la Constitución y desprecia aquellos temidos por sus valedores, si un gobierno no es democrático se deslegitima. Y los demás tienen -tenemos- el deber de manifestarlo y enseñarles, si es necesario y tienen capacidad para aprender. Responder a una ilegitimidad con otra pone a ambos en el mismo nivel. Manipular y engañar a su propio pueblo agrava el problema.
Todos querríamos un concierto por el que cobremos los propios impuestos generados, con un “cupo”, por el que el gobierno aporte lo necesario para alcanzar el mínimo acordado, aunque sea superior a lo aportado. Un chollo. Que se pregunte a cualquiera, al mayor inculto de cualquier Comunidad, y muy pocos se negarían. Pero si todas las comunidades pudieran percibir más de lo que generan ¿de dónde saldría la diferencia? Entonces no sería compensación, sino una descompensación lacerante. ¿Qué Estado podría entramparse a ese nivel? Sí, claro, ya se endeudan, pero es para otras cosas, como percibir menos de la banca, el Ibex y similares ¡angelitos! No van a pagar lo mismo que la plebe. Pero esto ya, es otro tema.