Es la amenaza permanente de derecha y ultraderecha. “Romper” España para tan “finos” intérpretes políticos es que la gente pueda decidir su futuro; que las comunidades puedan gobernarse a sí mismas, que se pueda acabar un centralismo capaz de llenar los alrededores de “la capi” de autopistas por las que, después de hacerlas se obliga a indemnizar a las constructoras por el vacío de los peajes. “Romper” España es poder viajar por la península para negocios, sin tener que pasar obligatoriamente por “la capi”. Es tener que ir a “la capi” si se quieren conocer los miles de tesoros artísticos y arqueológicos sustraídos a Andalucía para exponer en sus museos. “Romper España” para el trogloditismo nacional es recuperar las riquezas propias y volver a industrializar Andalucía, convertida en desierto industrial por voluntad de los gobiernos de esa España cuya rotura anuncian con tanta insistencia como falsedad, desierto provocado para favorecer la creación de capitales en otras comunidades y que la entrada de grandes empresas europeas acabe con el comercio local.
No se equivocan: confunden a propósito. España no se puede romper porque ya la han roto quienes acusan a los demás de romperla. España está rota por las grandes diferencias económicas, por la utilización de las riquezas culturales, históricas y económicas de unos, para engrandecimiento de otros. España la rompió el presidente que impidió a una multinacional americana montar una fábrica de vehículos en Sevilla. La rompe la discriminación, el desprecio con que todavía hoy, desde el gobierno, la escuela, la publicidad, y muchos medios de comunicación, en especial la TV, desprecia Andalucía.
España no la rompen las autonomías, ni las falsas declaraciones de independencia. Un Tribunal incapaz de mantener su independencia, exageró cargos para reclamar una extradición, pero desde tribunales independientes sólo consiguió la negativa; un Tribunal quiso retrasar y retrasó la libertad de varios presos; pero no ha conseguido impedirla. Siempre para aumentar el ridículo y la imposibilidad de obtener confianza en su sistema jurídico.
Si se descuidan en su retraso provocado, acabarán viendo nula la sentencia del 14 de octubre. Si eso es “romper España” es obligado plantearse quien la rompe. Un país, un Estado no puede avanzar creyéndose en la Edad Media en la estimación de poseer la única verdad. Las decisiones de tribunales independientes son mucho más aceptables que las de un poder jurídico apegado al poder político, si no dependiente de él. Ahora resulta que la impresionante deuda, con los impresionantes intereses, que gravan y casi imposibilitan la recuperación, mientras los bancos y grandes empresas obtienen el mayor beneficio de la historia, no es culpa de quien se endeudó, ni de quien cambió la Constitución a su antojo, sino de quienes todavía no han empezado a gobernar.
¿Le quedará cuerda al dúo (Cs ya cuenta muy poco), para lanzar nuevos anatemas? La elevación de los salarios a un nivel de mínima decencia, incapaz de amenazar la estabilidad sólo puede arañar débilmente los escandalosos beneficios de las grandes empresas.
¿Por qué insisten en engañarnos?