Hace casi dos décadas en el Nuevo Colombino deslumbró un futbolista entonces del Sevilla B que cubría todos los ángulos de la defensa, que él solo parecía dominar la totalidad del campo desde una ambición y una fortaleza física descomunal. Era rubio, corpulento, de una sorprendente personalidad en su fútbol, y disputaba con el Sevilla un partido amistoso frente al Recre. Porque Sergio Ramos pareció destinado desde el principio a la gloria. Pasado el tiempo cabe preguntarse si alguno de sus entrenadores lo ha desaprovechado alineándolo durante varias temporadas como lateral derecho -igual ocurrió con Pujol- e incluso puede sobrevolar la duda en torno a si su mejor posición es la de central. Porque Ramos ha podido ser un ariete sensacional. Goleador. Partiendo de la defensa ha marcado en el Madrid cien goles. Hay quien lo compara con Beckembauer. Quizás a estas alturas pueda afirmarse una cuestión: Ramos ha sido mejor futbolista que Beckembauer. Nunca tuvo la pausa, ni la visión del juego, ni ese tocar el balón como si fuera de seda, que atesoró el alemán, pero Ramos ha derrochado mayor instinto, más rapidez y versatilidad, y una irrupción de bravura sureña que no tuvo Beckembauer. Ramos quedará en la memoria por su calidad, por su capacidad de liderazgo y por su carácter, más que por los records que lo obsesionan.
Pero Ramos, a sus 35 años, comienza a emitir una señal preocupante: empieza a fallarle la velocidad, lo único que no se entrena. Cuando un futbolista pierde la punta de velocidad se halla ya ante un proceso progresivo e inevitable. Se trata del paso de los años, de la herida del tiempo. Y otro problema de Ramos deriva de su carácter. Poco a poco se convirtió en un cacique, muy al estilo de los personajes de Arniches, en el vestuario y en su propio club, el Madrid. Cuando Solari flaqueaba como técnico, el ‘Marca’ tituló: “Sergio Ramos toma el mando”. O, cuando se apuntó a la posible contratación de Conte, se dijo que Ramos lo boicoteó, porque no quería un entrenador de personalidad dura. Sergio Ramos falló el sábado con España dos penaltis frente a Suiza, lo que supone una simple anécdota -aunque triste- en su brillante carrera. Lo menos soportable es la estruendosa orquesta mediática, dirigida por entornos y representantes, que lo acompaña, y lleva años tocando con estridencia cuando a Ramos le toca renovar por el Madrid, y que en estos días una vez más lo llena todo de ruido por encima de la música barroca del juego del futbolista.