El sexo de los libros

Muerte o crepúsculo del arte. Memoria de la postliteratura (II)

El libertinaje enunciativo contra la narcolepsia de autores y lectores o limpiar el sendero en el desierto.

El pseudotérmino postliteratura se fabrica y divulga mucho antes de que se sepa cuál es su significado, qué es lo que designa o designará en su día. Antiliteratura, contraliteratura, subliteratura, aliteratura, paraliteratura, antipostliteratura, etc., son sinónimos de infratendencias  piadosamente literarias que, en su momento, constituyen reacciones en contra de una poética hegemónica, integrándose más tarde en el ineludible curso de alternancias y convivencias, fenómeno inherente al meteorismo de la vanidad estética.

A propósito de los peligros del meteorismo: "Durante la fiesta de Pascua en el año 50 dC un soldado romano levantó su túnica y se tiró un pedo [en el habla popular, ‘peo’] contra la multitud de peregrinos y adoradores del Templo [de Jerusalén]. Josefo escribe que ‹‹los jóvenes más impulsivos y los grupos  alborotadores por naturaleza de la multitud se precipitaron hacia la batalla››. Se requirió la presencia de la infantería pesada romana, lo que provocó un pánico gigantesco en el que, según Josefo, murieron pisoteadas 30.000 personas (algunos dicen que probablemente eran 3.000)" [Marvin Harris: Cows, Pigs, Wars and Witches: The Riddles of Culture, 1974]
  
El libertinaje enunciativo contra la narcolepsia de autores y lectores o limpiar el sendero en el desierto. 

La abstinencia filológica. ‹‹Filologia è l'espressione di un collaudato sistema prostitutivo organizzato per il soddisfacimento del piacere  testuale››, definición que muy bien podría haber salido de la boca del onorevole e  cavaliere Silvio Berlusconi.  

No. La inescritura-arithmetiká theologoúmena es un  constructo postneopitagórico sobre lo que se ha deducido, intuido o fabulado   respecto a lo anterior.  

Una plaga de prefijación dio lugar a una serie nada ingeniosa de vocablos inanes con los que cubrir un expediente molesto para seguir haciendo lo mismo bajo distintos epígrafes. Fue el parto del neocódigo de integración lingüístico-audio-visual + 3D + la única máquina perfecta que adiciona el conjunto táctil-olfativo-gustativo, más otras virtualidades, sensoriales o no, incluyendo las que más vale no citar, o el imperio de mil años de DADA-OULIPO para el exterminio en una aniquilación eterna.

En una sociedad telemática, los promotores de este abigarramiento no disimulan la doliente  necesidad del regreso a un experimentalismo implementado por abundantes recursos tecnológicos, lo que les honra; sobre todo por lo que ello comporta de impugnación del realismo necrofílico de la momia que actualmente triunfa en el mercado. 

La propuesta, a todas luces capciosa, deriva de un ratonil  consenso en torno al estereotipo ciberliteratura, con su triste cadena de  anómalas consecuencias.  Entre muchas, el acceso a una escritura potencialmente literaria difundida, enviada y reenviada a la totalidad con el inocente deseo   —si salvi chi può— de inventar géneros y subgéneros preexistentes.  

Esta literatura demótica, transliteraria, generativa, premeditada y alevosamente frágil; eventual, eufórica, sabiéndose por su propia naturaleza ―y por la propia decisión de sus artífices―  evanescente en su necesidad, aturdidamente  ubicua, crónicamente enferma; esta literatura finge inducir la muerte de la otra, de la que no es exactamente la opuesta, ni tampoco la palabra negada.

La submuerte de la literatura como usurpación; como su  postmuerte, que ya ha prescrito.


 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN