Shakespeare hizo gritar a Macbeth, uno de sus personajes más complejos y desgarrados: “La vida es una combinación de ruido y furia”. Diego Pablo Simeone, entrenador del Atlético, tiene un concepto shakesperiano del fútbol, aunque haya leído poco o nada a Shakespeare, porque entiende los partidos como una combinación de ruido y furia. Cuando esas circunstancias se dan, el Atlético resulta casi invencible, con una mezcla de sangre, sudor y desesperación en la frente de sus jugadores. Desde Godín a Giménez. Desde Juanfran a Correa. Ruido y furia. Tras el duro encuentro de Champions en O’Dragao frente al Oporto (1-3), disputado a principios de diciembre, que en los minutos finales tuvo un intercambio de puñetazos e insultos entre los componentes de ambos banquillos, el Cholo manifestó con un nada disimulado entusiasmo ante las cámaras de televisión: “Ha sido un partido extraordinario con expulsados, peleas y penaltis”. Simeone, que estos días cumple diez años al frente del banquillo rojiblanco, nunca será un esteticista del fútbol, alguien que persiga la brillantez sobre el campo, porque ha metabolizado el balompié como una batalla, como la representación de la supervivencia sobre una extensión de césped recién regado. En su ideario el fútbol está alejado del divertimento, aunque le produzca el áspero placer de las pasiones. Las dos finales de Copa de Europa perdidas por el Atlético frente al Madrid (2014 y 2016) se explican por el exceso de angustia en los jugadores rojiblancos frente al resquicio de diversión al que se aferraron los madridistas.
Pero ni Guardiola ni Klop, los dos técnicos con mayor influencia en el fútbol de los últimos tiempos, han alcanzado el perfil de mesías que tiene Simeone en el Atlético. El Cholo, tanto en el vestuario como en la sala de prensa, no habla como un entrenador, sino como un Papa. Su figura es infalible en la entidad rojiblanca. La dirigencia del club nunca juzga a Simeone -aunque se produzcan cuatro derrotas consecutivas en Liga como sucedió antes de Navidad- sino que Simeone juzga al Atlético. Porque el Cholo es un líder. Todo un líder. Y lo era antes de hacer la Primera Comunión en su modesto barrio bonaerense. Porque cuando solo tenía 8 años, su profesor de música le ordenó dirigir la orquesta. Ha dicho Simeone: “Me pregunto por qué el maestro me puso a dirigir a 20 pibes de 12 años cuando yo tenía 8. Decíme qué vio el tipo”. Desde muy niño, pues, Diego Pablo Simeone era el líder indiscutido a medio camino entre el capo y el bondadoso párroco que mejores homilías pronuncia. Como ahora. Como siempre.