‘Cuidados Intensivos’ es una obra risueña, tierna y tristísima, sobre tres hermanas que trabajan como enfermeras de una UCI y se cuentan los avatares de su vida bajo la desolación blanca de un hospital, con la angustia de una madre vieja y en coma (a la que el espectador no ve nunca). Las conocemos en distintos momentos de su vida, porque la acción transcurre en 2012, pero da saltos al pasado, a 1982, 1989, 1992 y 2005, de jóvenes a maduras, con sus plegarias atendidas y no atendidas, el amor y el desamor, la necesidad de sexo y el aburrimiento del sexo. Y, como fondo, el hospital, con los galanteos del médico Jefe de Urgencias, que vuelve loca a una de ellas, o el dolor, por el fallecimiento de Conchi, una paciente “que hace sólo un momento estaba bien”. Una de ellas exclamará hacia el final de la función, desolada: “Los hospitales huelen a muerte por todas partes”.
Está escrita por Yolanda García Serrano, aplaudida guionista cinematográfica, y en su estructura recuerda a la película ‘El amor perjudica seriamente la salud’, de esta autora, cinta que se estrenó en 1996 en el Festival de Huelva con Penélope Cruz como deslumbrante invitada. Los diálogos de ‘Cuidados Intensivos’ son chispeantes, ocurrentes, desenfadados y dramáticos. Cada año por el que pasa la acción se presenta en la obra con la proyección de imágenes y canciones de ese momento. En 2005, por ejemplo, irrumpe en el Teatro Amaya de Madrid, donde se representa, la niña Isabel de Ayamonte, al compás de su “antes muerta que sensilla”. Las hermanas están interpretadas por Ángeles Martín, Blanca Oteyza y Paloma Montero, sensacionales, aunque sobresale el personaje sensual –a veces-, cómico y dramático –según el momento-, de una inspirada Ángeles Martín. ‘Cuidados Intensivos’, decíamos, refleja las ilusiones y el desafuero de la juventud, y las posteriores embestidas que da la vida. Dos de las hermanas crecen profesionalmente, culminan sus sueños en la Medicina, pese a las dificultades que se ven obligadas a sortear, pero son víctimas de la herida del tiempo. Se trata de una obra envolvente, con una dirección de Blanca Oteyza que agita constantemente la acción. Una función que atrapa al espectador y en medio del aparente bullicio fija una serie de reflexiones. Se sale del teatro entre divertido y melancólico, en todo caso reconfortado, y con el deseo imposible de que la necesidad de las ucis se quedara ahí, en la irrealidad del escenario.